¿Ideologías o personas?

Sin bondad no habrá regeneración política

Así es, efectivamente, bondad, no se me cae ningún anillo al decir que no habrá regeneración política ni social sin el concurso de personas buenas.

Ya podemos tener un gran elenco de ideas buenas que, si no son llevadas a cabo con “natural inclinación al bien”, no obtendremos ningún impacto positivo o, cuando menos, escaso. Porque el fin, por muy bueno que sea, si no es llevado a cabo con medios acordes a él, posiblemente obtengamos el resultado contrario.

Ahora bien, ser bueno no es sinónimo de tonto. “Sed astutos como serpientes, pero sencillos como palomas”.

Estoy convencido de que el mundo de las ideas fomenta la fractura social, la crispación y la polarización que vivimos hoy en día, no sólo en nuestra sociedad sino también a nivel mundial. Y, por lo tanto, se nos empuja a situarnos en uno u otro bando, a través de argumentos ideológicos. Sin embargo, esos presupuestos ideológicos no acaban de tener nunca el impacto deseado en la realidad y en la vida de la ciudadanía, porque muchas veces la concreción práctica de la ideología choca con la realidad, al ser diseños prácticamente de laboratorio que responden más al mundo de las ideas que a la realidad.

Cuidado con las ideologías porque quizá nos están dando una visión distorsionada de la realidad. Siempre he defendido la ideología como marco que nos ayuda a interpretar la realidad, pero cuidado con forzar la realidad para que encaje en nuestro marco ideológico. Como en el mito de la caverna de Platón, el mundo de las ideas es un reflejo imperfecto de la realidad. Si no hacemos análisis certeros de la realidad, nunca encontraremos las soluciones a los problemas.

Y es verdad que hay posicionamientos políticos que de partida ya se gestan desde planteamientos faltos de ética, mirada hacia el bien común o defensa de puros intereses corporativos de grupo.

Pero quisiera saltar de la dicotomía entre ideologías, a la dicotomía entre modelos de personas como nueva perspectiva para abordar la realidad. Así, quisiera poner el foco no en el mundo de las ideas, sino en los modelos que conforman nuestra identidad como personas. Analizar la realidad y los procesos socio-políticos desde esta perspectiva nos aportará otra mirada que puede ayudarnos a salir de la confrontación, la crispación y toma de decisiones contrarias al bien común de la sociedad.

En la práctica, vemos cómo el problema no está en el mundo de las ideas. Teóricamente todas utopías aguantan muy bien el papel, salvo las mencionadas anteriormente normalmente vinculadas a cualquier tipo de integrismo. El problema realmente estaría en las personas y en cómo esas personas ponen en práctica sus ideas. Es decir, desde qué modelo de identidad (creencias, valores y concepción del mundo) se sitúan en el mundo y, por lo tanto, guía sus actuaciones y decisiones.

Aunque la escala de grises puede ser casi infinita, normalmente nos podemos encontrar dos modelos de personas. Por favor, entiéndanse como tendencias.

Hay personas que se enfocan al bien común. Son personas coherentes que buscan no sólo su propio interés o el de su grupo, sino el de la colectividad. Tienden a ser solidarias y empáticas, huyendo del egoísmo. Tratan de dialogar y debatir. Son personas que no sólo ven sus derechos, también sus obligaciones y suelen presentar ciertas dosis de honestidad, sin pretensión de imponer sus ideas, al contrario, buscan convencer.

Por otro lado, nos encontramos con personas cuya tendencia es al egoísmo. Defienden sus intereses y los de su grupo de pertenencia. Tienden a imponer sus ideas con vehemencia, incluso con violencia. Tienen facilidad a reivindicar sus derechos, pero a comprometerse superficialmente con sus obligaciones y, en más ocasiones de las convenientes, abusan de la mentira e ignoran la honestidad, evidenciando incongruencias entre lo que dicen y hacen.

Tratemos de ver la realidad desde esta perspectiva que sitúa el foco en el modelo de persona que somos. Estas posturas vitales, las podemos encontrar en cualquier sector de la sociedad: partidos políticos de izquierdas y derechas, hombres y mujeres, empresarios y trabajadores, empresas privadas y función pública.

¿No crees que dos personas enfocadas al bien común, aunque con ideas distintas, podrían llegar a un acuerdo para alcanzar ese objetivo? Si su objetivo no es el bien común, si no la defensa de sus intereses o de su grupo corporativo, ¿podrán salir en algún momento del enfrentamiento? Evidencias constatables tenemos de que no, imposible.

Además, quiero destacar una seña identidad de las personas que se enfocan al bien común, la humildad, porque seguro que todos tenemos momentos de tentación o fallos por los que cometemos algún acto egoísta o fuera de tono. Reconocerlos es sano, porque no somos perfectos. Pero sí que, por regla general, la persona con tendencia al bien tendrán la capacidad de reconocimiento humilde, para volver a la senda habitual del bien común que orienta las decisiones y acciones que promueve.

Mi propuesta sería que nos empeñemos en buscar y promocionar a las mejores personas para el mundo para ocupar puestos de responsabilidad y así conseguiríamos las mejores propuestas políticas para el mundo (partidos políticos), las mejores empresas para el mundo o los mejores equipos profesionales para el mundo. Y quizá, indirectamente con ello, también acabemos con la corrupción y las estafas.

Por último, nosotros situémonos también, en este caso sí, en uno u otro bando, el bando de las mejores personas para el mundo o el bando de las personas que viven para sí mismas y los suyos.

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