Es habitual que se juzgue a las personas en situación de desempleo de larga duración por las actitudes que manifiestan y que no encajan con lo que socialmente se espera de una persona en situación de desempleo y, por lo tanto, en situación de vulnerabilidad social o pobreza.
Normalmente, no se entienden actitudes negativas como la pasividad, el desinterés por la formación, la apatía o “tirar balones fuera” como pensar que la culpa es de las empresas, la edad, el género o el origen. Sin embargo, resulta fundamental conocer porqué se dan estas situaciones para comprender las vivencias de las personas que sufren situaciones de desempleo, sobre todo de larga duración.
La teoría transaccional, formulada por Lazarus y Folkman en 1984, nos ayuda a conocer los procesos cognitivos que se dan en una persona ante situaciones de estrés provocados por su relación con el entorno, en este caso una situación prolongada de desempleo. El desempleo se evalúa por la persona como un estímulo dañino, amenazante o desafiante. ¿Qué posibles respuestas podrían darse ante dicha situación?

Ante este tipo de situaciones estresantes u otras, las personas podemos optar por mitigar las emociones negativas de sufrimiento que nos provocan o por controlar la causa generadora de estrés. Así, lo que se espera de una persona en desempleo es una actitud de búsqueda activa de empleo, orientada a acabar con la causa de estrés, el desempleo. Se espera de ella que sea constante, que tenga iniciativa y que ponga empeño e ilusión.
Sin embargo, cuando las estrategias puestas en juego no obtienen los resultados esperados, se tiende a activar otro tipo de estrategias en espera de mejores resultados. Pero cuando los resultados se demoran más allá de lo que la persona es capaz de soportar, el desánimo y los sentimientos negativos se incrementan, surge el desaliento, la iniciativa se desinfla y la ilusión se pierde. En este momento, lo más habitual es que las estrategias utilizadas pasen de incidir en el control de la causa estresora, a intentar mitigar los sentimientos negativos que puede provocar.
Es aquí cuando la persona podría comenzar a desarrollar actitudes que no son consideradas por el entorno como adecuadas, ya que la persona comenzará a utilizar estrategias que mitiguen su malestar, aunque no incidan en la causa, estrategias como las antes comentadas de “echar balones fuera”, posponer la formación o desactivar su participación, para dedicarse a actividades de distracción. También pueden surgir conductas adictivas como el consumo de medicamentos, alcohol u otras sustancias que actuarán sobre los sentimientos negativos, pero no sobre la causa estresante, la falta de empleo.
En este punto, resultará primordial el significado que la persona atribuya a la causa estresante, a las relaciones que establece con el entorno y a la evaluación que haga de sus recursos para afrontar la situación de estrés. Si el significado es negativo o se evalúa dicha situación como dañina y, además, la persona considera que no depende de ella ni de los recursos personales que pueda poner en juego, se acentuarán las estrategias erróneas o consideradas por el entorno como inadecuadas.

Schwarzer y Luszcynska (2008) distinguen cuatro tipos de estrategias de afrontamiento: reactivas, anticipativas, preventivas y proactivas. Un aspecto que marcará las posibilidades de poner en práctica estos tipos de afrontamiento será el grado de exclusión y pobreza que afecte a las personas, ya que, a mayor protección en su entorno y recursos personales más desarrollados, más posibilidad tendrá la persona, en situación de desempleo de larga duración, de implementar estrategias estimulantes que superen la perspectiva reactiva o anticipativa, llegando incluso a plantear estrategias de tipo proactivo.
Ya hemos comentado cómo el afrontamiento reactivo se centra en actuar sobre la causa estresante. Normalmente las personas recurren, en primer lugar, a la búsqueda activa de empleo como estrategia principal. Podemos imaginar cómo este entusiasmo inicial va perdiendo fuerza paulatinamente, cuando la persona suma fracaso tras fracaso, convirtiéndose la búsqueda de empleo en irregular, desordenada e incluso abandonándose la misma, para centrar los esfuerzos en mitigar el malestar y sufrimiento ante la imposibilidad de acceder a un nuevo empleo.
Así, en este momento, las personas lo que normalmente buscarán es encontrar un sentido a su situación, identificando argumentos tanto dentro del ámbito de la responsabilidad individual (haber dejado los estudios, haberse dedicado a la crianza de los hijos, etc.) como argumentos del ámbito de la responsabilidad social y estructural (precarización del mercado laboral, la crisis económica, la inflación, etc.). La orientación del sentido que la persona haya otorgado a esa situación se convierte en crucial, para poder desarrollar una actitud resiliente que le permita buscar y mantener estrategias positivas.
De esta manera una actitud que puede surgir en este tipo de estrategias reactivas, es la de “matar el tiempo”. En este momento, actividades como realizar chapuzas en casa, dedicarse al hogar, realizar alguna formación, voluntariado, actividades creativas o físicas, tienen el objetivo de desviar la atención del elemento estresor. En cambio, estas mismas acciones pueden convertirse en estrategias de tipo proactivo, si la persona las pusiese en práctica con vista al largo plazo y desde un punto de vista de crecimiento personal, ayudándole a su vez a organizar su tiempo. Si nos quedamos en el ámbito reactivo esas actividades se irán también desinflando por falta de sentido, cayendo en el abandono y dando paso a otras más nocivas como el abuso de la televisión, el alcohol o dormir en exceso.

Seguramente las personas que desplieguen estas últimas estrategias contarán con unos recursos personales, familiares y sociales que les permitan afrontarlas desde una perspectiva de crecimiento y superación. Normalmente son personas que viven en hogares donde las necesidades materiales están cubiertas por otros miembros de la familia o por un patrimonio acumulado. Y, en su trayectoria vital, no ha sufrido graves carencias en los distintos ámbitos de salud, educación, vivienda, etc.
En otros post veíamos cómo las personas que sufren un mayor grado de pobreza y exclusión, se ven abocados al corto plazo, marcados por las dificultades cotidianas, por lo que difícilmente conseguirán desplegar estrategias más allá de una orientación anticipativa.
Este tipo de afrontamiento anticipativo promoverá esfuerzos para manejar las amenazas inminentes que la situación de desempleo pueda provocar. Se trataría de anticiparse a los problemas que puedan derivar de un desempleo prolongado. Sobre todo, afectaría al ámbito económico y social, reducir el presupuesto familiar, ahorro en gastos, conseguir ayudas, etc. Diríamos que se trata de afrontar las causas secundarias derivadas del elemento estresante principal. Perspectiva todavía centrada en el corto y medio plazo.
Las estrategias de afrontamiento preventivo, en cambio, se sitúan ya en el medio y largo plazo, tratando de orientar los esfuerzos en generar recursos para resistir y reducir el impacto que puedan provocar los acontecimientos estresores, el desempleo.
Es aquí donde comienzan a tomarse decisiones que afectan a la educación de los hijos para que no se queden atrás por las dificultades, a las cotizaciones para la jubilación o no perder el ritmo o el contacto con el mundo laboral, a través de actividades que mantengan activas competencias y conocimientos.

Como hemos dicho anteriormente, el cambio de significado, en cuanto a los acontecimientos estresantes, es el detonante de una actitud resiliente. Otorgar un significado trascendente (más allá del momento y de la realidad concreta de la persona) a la situación de desempleo de larga duración, suscita emociones positivas que, a su vez, retroalimentan la evolución cognitiva, contribuyendo a mantener estrategias de afrontamiento en el tiempo y aliviar el sufrimiento. Este proceso sobre todo se puede observar en el tipo de afrontamiento proactivo.
Si la persona se instala en la frustración derivada por no conseguir un nuevo empleo, será muy difícil que evolucione y alcance a desarrollar estrategias más elaboradas que le lleven a afrontar con mayor resiliencia dicha situación. Si no consigue modificar el significado negativo del acontecimiento, es difícil que descubra la posibilidad de otras estrategias, salvo mitigar el sufrimiento con la distracción, la culpabilización de otros o la actuación sobre las consecuencias a corto plazo.
Por el contrario, cuando la persona consigue otorgar al desempleo un significado positivo como oportunidad, reto o crecimiento personal, se desplegará ante sí todo un abanico de posibilidades, desarrollando estrategias que le permitirán encontrar otros caminos distintos y que, a su vez, fortalecerán su resiliencia.
Resulta fundamental observar estos procesos en los acompañamientos de orientación laboral, porque, como ya hemos manifestado, habrá personas que, por sus trayectorias vitales y su situación socio-familiar, tendrán grandes dificultades para descubrir por sí mismos nuevos significados, más positivos, de su situación de desempleo de larga duración.
Este post ha sido inspirado por la publicación de
Díez Sanz Ainhoa, Afrontamiento y resiliencia frente al impacto del desempleo de larga duración en Bizkaia, Fundación FOESSA, Fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada, Colección de Estudios, nº 48, Madrid, 2021.