Desactivados para el empleo: la crisis aspiracional

Ya en otras ocasiones he puesto de manifiesto cómo algunas personas vulnerables o en situación de exclusión pueden manifestar cierta desmotivación hacia el empleo. Otras, en cambio, pueden manifestarse resilientes y no cejan en su empeño por encontrar un empleo.

Aunque la realidad es compleja y, por lo tanto, sólo podemos explicarla mediante análisis multifactoriales, me gustaría ofrecer o poner de relieve un factor que seguro interactúa con otros ya conocidos, estimulándose mutuamente o desactivándose en función de la correlación de fuerzas que se establezcan. Se trataría de la manifestación de una crisis aspiracional, provocada por la realidad de un mercado laboral, cuyas alternativas se ven reducidas para personas que sufren esta situación de exclusión social o vulnerabilidad. 

A pesar de las últimas reformas laborales, la precariedad no ha desaparecido, las evidencias que apuntan los analistas son, por ejemplo, que las altas y las bajas de afiliación se caracterizan por un gran dinamismo, su alta fluctuación no son signo de estabilidad. Por otro lado, las jornadas parciales han ido en aumento, al igual que los despidos o las finalizaciones de contrato en periodo de prueba, junto al incremento de los contratos fijos discontinuos. Estos aspectos del actual mercado laboral, estaría detrás de dicha precarización, todavía no superada.

Ello unido al freno en el incremento de los salarios, a pesar de los efectos que haya tenido el incremento del salario mínimo interprofesional, nos conduce hacia una paulatina pérdida de valor social del empleo por su devaluación, especialmente en los sectores de menor cualificación y mano de obra intensiva.

Según la EPA, El número de ocupados a tiempo completo se redujo en 199.700 personas, hasta marzo (-1,08%), mientras que los asalariados a tiempo parcial se incrementaron en 59.900 (+2,08%), hasta sumar 2,94 millones de personas. 

Otro aspecto que deberíamos tener en cuenta es que las personas en desempleo se ven abocadas a optar por los empleos de peor calidad, tendencia proporcionalmente mayor cuanto mayor es el tiempo que llevan en desempleo. Según un estudio del SEPE, en 2023, las 20 profesiones más demandas por cerca del 50% de las personas en situación de desempleo, eran de baja cualificación.

Los datos extraídos de las últimas Encuestas de Condiciones de Vida (ECV) del INE, arrojan una cifra de cerca de 2.500.000 de personas ocupadas en situación de pobreza. 

Y, según datos de EUROSTAT para el 2023, podría estimarse que en torno a 800.000 personas en desempleo podrían haber estado disponibles, pero no buscaban trabajo de forma activa.

La desigualdad creciente desactiva la búsqueda activa de empleo. En 2023, España ocupó el quinto lugar en mayor desigualdad en la distribución de la renta de Europa. Uno de los factores que podrían estar influyendo en esa mayor desigualdad que sufre nuestro país, es el peso que tienen los sectores que requieren de costes laborales bajos para ser competitivos y que, a su vez, necesitan de mayor volumen de mano de obra. Son a estos sectores a los que acceden las personas trabajadoras pobres, personas desempleadas de larga duración y personas con niveles educativos más bajos.

Ya en el último informe FOESSA, del 2019, ponía de manifiesto  que “el número de personas en exclusión social en Aragón era de 227.000, el 17,4% de la población de la comunidad autónoma. Podríamos decir que estas personas forman parte de la sociedad estancada, un grupo de personas para las que el ascensor de la movilidad social no funciona y no es capaz de subir siquiera a la primera planta.”

Por otro lado, los últimos datos publicados por la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del INE ponen de manifiesto que un 24,6% de las personas que crecieron en hogares con una mala o muy mala situación económica se encontraron en el primer quintil de renta en la edad adulta, es decir, heredaron la pobreza y se quedaron atrapados entre el 20% con menos ingresos.

Tenemos evidencias de que el ascensor social no funciona y, cada día más, es más difícil que las personas que se sitúan en los últimos peldaños del escalafón social puedan, ni siguiera, acceder al siguiente, convirtiéndose su situación en una realidad crónica de vulnerabilidad o pobreza.

Esto podría estar provocando una crisis aspiracional, sin precedentes.

Las personas en desempleo que viven esta situación han tirado la toalla, puesto que podrían considerar que, por más que se esfuercen, su situación personal y familiar difícilmente podrá cambiar porque dicho cambio está fuera de su control.

¿Qué puede provocar esta situación en la motivación e incluso en las creencias de las personas vulnerables o en situación de exclusión?

Es posible que un primer sentimiento es que el control de sus vidas se les escapa, ya que muchas veces no está en sus manos modificar sus condiciones de vida. De ahí que frecuentemente piensen que no merece la pena esforzarse, “ya que no compensa”. Su esfuerzo no se ve recompensado con logros satisfactorios, por lo que finalmente acaban no responsabilizándose de sus vidas, estimulando poco a poco un locus de control externo. “La culpa y la responsabilidad está fuera de mí”.

Las personas que acuden a los servicios de empleo y que viven estas situaciones, trasladan las siguientes percepciones:

  1. No hay empleos disponibles adecuados para ellas.
  2. Por más que lo intenta, no consigue un empleo.
  3. Siente que su formación ya no es suficiente.
  4. La persona considera que es demasiado joven o demasiado vieja para ser valorada.
  5. El salario al que puede optar es insuficiente para cubrir sus necesidades básicas y las de su familia.
  6. El esfuerzo que tiene que invertir para lograr un empleo es desproporcionado, en relación a los logros que puede alcanzar.

Por todo ello, convendría que la orientación social o laboral que puedan recibir estas personas, se enfoque en estimular la conciencia de los límites o las barreras que puedan estar experimentando, y acompañar los esfuerzos para que puedan alcanzar logros proporcionados, neutralizando paulatinamente la desactivación.

Resulta imprescindible promover programas de acompañamiento y orientación personal, basados en una metodología, cuyo eje central es el protagonismo de la propia persona, y enfocados a generar cambios palpables en sus vidas.

Y, por otro lado, el sistema productivo español estaría llamado a promover una transformación que le permita ser competitivo, pero no a costa de los salarios, sino mediante el aporte de valor añadido con apoyo de nuevos modelos organizativos, la digitalización o la flexibilidad.

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