Barreras para el empleo, la vulnerabilidad relacional

Vamos a continuar analizando algunos condicionantes que se pueden convertir en barreras para el empleo o, por el contrario, en factores disparadores. En este caso abordaremos la vulnerabilidad relacional.

Todos sabemos que la red de contactos es la primera vía para encontrar un empleo. Según un estudio realizado por Adecco, el 43 % de las personas encuentra empleo a través del networking, frente al 29 % que lo consigue por Internet.

Por ello, las personas que tienen un capital social muy débil no tendrán tantas oportunidades como alguien cuya red social sea amplia y variada. Resulta también muy importante tener en cuenta no sólo el alcance de la red, sino la cualidad de dichos contactos. Es decir, mantener una red contactos con iguales exclusivamente puede convertirse también en una barrera o en un condicionante para la búsqueda de empleo, ya que, si una persona solo se relaciona con otras de su mismo nivel económico, educativo o social, si éstos son bajos o frágiles, todas ellas se verán envueltas en situaciones similares, siendo incapaces de promover cambios positivos en los otros miembros de esa red. E incluso, en situaciones de gran vulnerabilidad, se pueden convertir en influencias negativas que impidan iniciar procesos de cambio requeridos en la búsqueda activa de empleo.

Por otro lado, si quizá la red relacional no fuese muy amplia pero sí rica en diversidad, esa persona podría encontrar más oportunidades que las descritas con anterioridad. No pensemos que son los contactos de una persona los que tienen que facilitar de forma directa el acceso a un nuevo empleo, sino que ellos pueden presentarle a otras personas o introducirla en nuevos ámbitos que les ofrezcan una oportunidad de empleo.

Un entorno homófilo (inclinación de ciertas personas de relacionarse con otras que poseen mucha similitud con ellas) podría generar dificultades para salir de situaciones negativas o vulnerables. Sería necesario deconstruir las relaciones del pasado homofílicas para iniciar procesos de cambio.

Por otro lado, una red relacional sana y variada permite también a la persona aprendizajes, autoconciencia y apertura al cambio, en definitiva, competencias básicas que van a ser claves para una búsqueda activa de empleo.

Cuando nos relacionamos, experimentamos un proceso de encuentro que pone en juego numerosas competencias, aceptación de sí mismo y de los demás, la comunicación, la flexibilidad ante maneras de vivir y opinar diferentes … Se trata de procesos de aprendizaje naturales que nos entrenan para la vida, pero también para lograr objetivos en el ámbito laboral. Una persona encerrada en sí misma y con una escasa red relacional podría tener, por norma general, dificultades para el trabajo en equipo, para asimilar normas, para comunicarse, en definitiva, para todo aquello que pone en juego la vida social.

La pobreza y la exclusión social deterioran las relaciones informales que tan importantes son para un estado emocional equilibrado, e incluso para nuestra salud mental. Muchas de las personas que sufren estas situaciones viven el rechazo y el aislamiento como violencia estructural y con vergüenza, viéndose afectadas competencias como la confianza (hacia los demás, su entorno y hacia sí mismos), clave para iniciar un proceso de búsqueda activa de empleo satisfactorio.

Y en este sentido hay que tener en cuenta a aquellas personas en situaciones de grave exclusión, en las que su universo relacional es tremendamente vulnerable, incluso reducido en numerosas ocasiones a profesionales con quienes se encuentra en los servicios que utiliza, bien sean sociales o sanitarios. La mayoría de las veces, este condicionante relacional se convierte en barrera para el acceso al empleo, porque la persona ha perdido muchas de las competencias para establecer relaciones normalizadas.

Así, en las situaciones de mayor vulnerabilidad, no necesariamente en realidades de grave exclusión, sería necesario trabajar y restaurar el universo relacional de las personas a través de una intervención en áreas prelaborales o sociales, ya que plantear un trabajo de inserción laboral directamente, podría provocar retrocesos o acentuar las situaciones de exclusión grave, debido a la frustración, la desmotivación, la falta de autoestima que reiterados fracasos puedan inducir.

Aquí hay que tener en cuenta también el tema de la reciprocidad, siendo muy importante para afianzar las relaciones. La reciprocidad se da, cuando en una relación existe también un intercambio de bienes, ya sean tangibles o intangibles. De lo contario podríamos estar ante una relación de dependencia. Un ejemplo muy básico es que cuando alguien te invita a un café, te sientes obligado a devolver ese reconocimiento y por eso decimos normalmente, “el siguiente lo pago yo”. Así en una relación sana debe facilitarse esa reciprocidad, una relación donde se da, pero también se recibe. Esto tiene repercusiones muy importantes sobre todo en los procesos de inserción social.

Existen hoy en día estudios sobre el impacto relacional y propuestas metodológicas para analizar los mapas de relaciones de los participantes en programas sociales o de inserción laboral, y que permitan o faciliten programar los objetivos de la intervención de cara a fortalecer las redes relacionales de los mismos. Por ejemplo, los estudios realizados por Hugo Valenzuela y Miranda J. Lubbers en “Dimensión comunitaria, redes sociales y exclusión social” publicado por el Ministerio de ciencia, innovación y universidades o también de los mismos autores, “Vivo entre cuatro paredes. La vulnerabilidad relacional en contextos de exclusión”, Fundación FOESSA, en Colección de Estudios, nº 45.

Aunque esta cuestión no sea el centro de la inserción laboral, propiamente dicha, sí que resultará interesante obtener una aproximación del universo relacional de los participantes en programas de empleo, de cara a observar posibles barreras para la obtención de un trabajo remunerado o, por el contario, cómo potenciar la inserción laboral a través de la red de contactos de los participantes y, una vez encontrado, mantenerlo gracias a las competencias básicas adquiridas a través de los procesos relacionales.

El impacto relacional es fuente de aprendizaje que se puede diseñar y programar a través de talleres grupales o tutorizaciones individuales, donde se haga conscientes a los participantes de cómo funcionan las relaciones humanas, cómo pueden promoverse y potenciarse. Este aprendizaje puede plantearse desde un punto de vista social, como herramientas para la vida cotidiana, o desde el punto de vista de la inserción laboral como sustrato de las relaciones en el puesto de trabajo.

Si en el anterior post veíamos que los condicionantes sociales podían afectar a la motivación y la autoestima, también la vulnerabilidad relacional influye de manera determinante en dichos factores clave. Y es que es un hecho probado que una red relacional estable, sana y diversa permite construir identidades personales motivadas y con alta autoestima.

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