Pobreza es pobreza

A propósito del nuevo informe FOESSA

Hace tiempo que me llama poderosamente la atención cómo en determinados ámbitos políticos, medios de comunicación o determinados grupos de interés vienen poniendo apellidos a la pobreza, como si las situaciones de pobreza económica se pudieran compartimentar, pobreza infantil, pobreza energética y, ahora ya también, pobreza farmacéutica.

Ya sé que en muchas ocasiones todos utilizamos estos conceptos y, por supuesto, sin mala intención, sin embargo, como muy bien sabemos, el lenguaje es una herramienta potentísima que configura nuestro pensamiento, determinando la percepción de la realidad e influyendo en nuestra concepción del mundo, según desarrollo Sapir – Whorf en su teoría del lenguaje. 

En este sentido, sería interesante reflexionar cómo condiciona nuestra comprensión de la pobreza está tendencia actual de compartimentar o poner apellido a las situaciones de pobreza.

A priori, podría pensarse que estos conceptos que especifican determinadas situaciones de carencia económica, ayudan a sensibilizar o a empatizar con las familias que las sufren. Todos comprendemos o nos ponemos en situación si nuestros hijos e hijas no pueden vestir o comer adecuadamente, si no podemos poner la calefacción para calentarnos en invierno o no podemos acceder a determinados tratamientos por carecer de ingresos suficientes. Sin embargo, la utilización de estos calificativos sobre la pobreza desdibuja la comprensión del problema de forma integral y causal. ¿Esta configuración de la pobreza no estará ocultando en sí la propia realidad de las familias que sufren la carencia de ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas o de bienestar?

En segundo lugar, otro aspecto que condiciona este nuevo enfoque es que acentúa la perspectiva que pone el foco en las consecuencias de la pobreza, impidiendo abordar las verdaderas causas que la provocan de manera integral y sinérgica, porque lo que hacen estos apellidos es describir una consecuencia de la carencia o falta de ingresos. Así, se proponen soluciones para mitigar las consecuencias y de manera parcial, acceso a la alimentación, el vestido, la energía o productos farmacéuticos. Una solución para cada una de las carencias.

La identificación de la pobreza infantil o energética ha supuesto el desarrollo de medidas para mitigar estas situaciones. No sólo adoptadas por el gobierno central o los distintos niveles de la administración pública, sino también por parte de fundaciones pertenecientes a entidades bancarías, aseguradoras, grandes empresas o incluso de las propias empresas energéticas. Podemos observar cómo dichas medidas no se plantean desde la lucha contra las causas que generan pobreza, sino que se centran en amortiguar las consecuencias, bonos sociales energéticos, restricciones al corte de suministros, rehabilitación de viviendas más eficientes energéticamente, prestaciones económicas por menores a cargo, programas de apoyo escolar o de reparto de bocadillos en las escuelas.

Por supuesto que una familia con ingresos insuficientes o nulos puede tener problemas de pobreza energética, pero también si tiene hijos, estos manifestarán pobreza infantil, y si tiene la desgracia de contar con un miembro de la familia con una enfermedad crónica, también manifestará pobreza farmacéutica.

Cualquiera de las medidas mencionadas anteriormente, incluso las que puedan parecer con un enfoque más estructural como la rehabilitación de viviendas, no solucionan en sí la causa, el motivo por el cual carecen de ingresos suficientes estas familias. ¿Qué solución aportan a la realidad de pobreza de esas familias? Ciertamente verán mejorada su situación de acceso a la energía o a la alimentación, pero continuarán presentando ingresos insuficientes, vulnerabilidad e inestabilidad, generándose situaciones de dependencia de las prestaciones económicas, de las reducciones en la factura o de acceso a programas de apoyo al material escolar. Pero es que este tipo de medidas con un enfoque más consecuencial que causal, además de tener poca incidencia en las causas estructurales que generan la pobreza, sí que podrían tener una gran incidencia en las causas individuales que impiden o dificultan la integración social de las personas que sufren situaciones de pobreza prolongadas en el tiempo y que pueden llegar a convertirse en crónicas, porque algunas de estas ayudas, sin otro tipo de intervención, acentúan la dependencia de las familias de las prestaciones, subsidios, bonos, ayudas en especie, mermando su autonomía, su motivación, su capacidad de decisión, ya que están inmersas en una pobreza que es estructural, que les viene de fuera, quedándoles muy poca capacidad de maniobra desde la perspectiva de su responsabilidad individual.

El nuevo informe FOESSA 2022, Evolución de la cohesión social y de las consecuencias de la COVID – 19 en España, hace una radiografía de la sociedad expulsada y la necesidad de hacer realidad el derecho a unos ingresos dignos.

Según el informe, la precariedad laboral durante la crisis sanitaria se ha duplicado y alcanza dos millones de hogares en España. Raúl Flores, coordinador del equipo de estudios de Cáritas, afirmaba recientemente “se ha producido un empeoramiento de las condiciones de trabajo que genera más trabajadores pobres y trabajadores más pobres, y menos realizados personal y socialmente. Lo que empobrece a muchos trabajadores no sólo es un salario insuficiente, sino muchas veces trabajar una jornada de 3 horas, cuando podrían y desearían trabajar una jornada completa, o la temporalidad y estacionalidad de los contratos”. En datos podríamos destacar los siguientes: un tercio de los hogares con todos los miembros en paro (600 mil familias) carecen de algún tipo de ingreso periódico que permita una cierta estabilidad, la pandemia ha aumentado la brecha de género: la exclusión social ha crecido más del doble en los hogares cuya sustentadora principal es una mujer, o tres de cada diez familias se han visto obligadas a reducir los gastos habituales en alimentación, ropa y calzado.

Como podemos observar todos estos datos y el resto que poco a poco desgrana este último informe FOESSA, ponen el foco en las verdaderas causas de la pobreza, familias expulsadas del mercado laboral y la precariedad que continúa configurando el mercado laboral en España, lo que conlleva a que cada vez más familias carezcan de ingresos suficientes para llevar una vida digna.

Y lo más preocupante, la creciente desigualdad social endémica en España, pero que crisis tras crisis se profundiza, adelgazando o vulnerabilizando (permítanme crear este nuevo término) la clase media española. Según este informe, la diferencia entre la población con más y menos ingresos ha aumentado más de un 25%, cifra superior al incremento registrado durante la crisis de 2008.

¿Por qué no nos centramos en construir políticas consensuadas que incidan directamente en esta realidad, causa generadora de la verdadera pobreza en España, teniendo en cuenta además la falta de ingresos suficientes para muchas familias y la precariedad laboral, lacra de nuestra sociedad? Crisis tras crisis dejamos para septiembre (bueno en este caso para la siguiente crisis) la reforma del modelo productivo o fiscal en España, por ejemplo.

Por supuesto, será necesario mantener las medidas desarrolladas en materia de salud, vivienda o protección social con motivo de la crisis, aunque puedan readaptarse en periodos de estabilidad económica, como propone FOESSA, y aprovechar dichos periodos para asentar las transformaciones necesarias, como decíamos, en el modelo productivo o sistemas de redistribución de la riqueza.

Pero, sobre todo, será necesario, como también propone el informe, “reimpulsar el modelo de estado de bienestar en su conjunto, con una orientación clara hacia el acceso a los derechos como canal para la inclusión social y el “rescate” de los sectores más excluidos”.

E implementar medidas que permitan a las empresas, sobre todo en el ámbito de los sectores no cualificados (limpieza, hostelería y labores agrícolas), una reestructuración que favorezca unas condiciones laborales dignas.

Si las políticas sociales y económicas no inciden en la desigualdad social (redistribución de la riqueza) y en la precariedad laboral y sus consecuencias (garantía de ingresos y condiciones laborales), el árbol nos seguirá impidiendo ver el bosque porque, aunque a algunos no les interese, pobreza es pobreza.

2 comentarios sobre “Pobreza es pobreza

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