Un cambio en el paradigma del sistema de valores, exige un cambio en el paradigma del modelo de gestión empresarial.
Es algo innegable que la actual pandemia ha tenido un impacto brutal en nuestras vidas, modificando costumbres, introduciendo nuevas formas de trabajo u organización, trastocando nuestra cultura y valores.
Existe ya numerosa literatura sobre cómo la pandemia ha afectado al ámbito de la economía y, sobre todo, a determinados sectores. De todos es ya conocido que la digitalización, el teletrabajo, la flexibilidad, la conciliación laboral, son procesos que se han visto acelerados por la crisis sanitaria que ha provocado la pandemia.
Pero todavía no somos del todo conscientes de cómo la pandemia también ha modificado o acelerado procesos que tienen que ver con nuestros comportamientos y, por lo tanto, con nuestras creencias y motivaciones, nuestro sistema de valores y nuestra percepción de la vida. El sentido que nos mueve en ella, se está viendo afectado.
Varios autores, han constatado a lo largo de la historia que las grandes catástrofes o epidemias, sufridas por la humanidad, han provocado cambios en estructura cultural de las sociedades. Y una característica que se da en todas ellas es la tendencia a vivir y disfrutar el presente. Ya en la introducción de “El Decameron” de Bocaccio, escrito en la época de la peste negra, se afirma “Ellos, si les aflige alguna tristeza o pensamiento grave, tienen muchos medios de aliviarse o de olvidarlo porque, si lo quieren, nada les impide pasear, oír y ver muchas cosas, darse a la cetrería, cazar o pescar, jugar y mercadear, por los cuales modos todos encuentran la fuerza de recobrar el ánimo, o en parte o en todo, y removerlo del doloroso pensamiento al menos por algún espacio de tiempo; después del cual, de un modo o de otro, o sobreviene el consuelo o el dolor disminuye”.

En este sentido resulta interesante la publicación de Laura Spinney, “El jinete pálido 1918: la epidemia que cambió el mundo”, en la que hace un excelente análisis de cómo la llamada gripe española introdujo cambios que dejaron un mundo distinto al que se conocía. A lo largo de todo el libro podemos encontrar paralelismos que nos ayudan a comprender la actual pandemia que estamos viviendo.
Uno de los aspectos que se destacan, en estos avatares de la humanidad, es la reacción de la gente ante el sufrimiento vivido. Al principio el desconcierto, la imposibilidad de entender lo que sucede, el desbordamiento de los recursos sanitarios. Unos huyen, otros se confinan. En un primer momento, surgen, como cita Spinney en su libro, actitudes de resilencia colectiva, gracias a la cual se dan experiencias de ayuda mutua, de solidaridad, pero pasado el primer golpe, el primer shock, las personas volvemos a la individualidad y muchos buscamos celebrar, recuperar el tiempo perdido, transformar la vida en un verdadero Carpe Diem.
¿Tendría esto que ver con la proliferación de macrobotellones, fiestas improvisadas o festejos, acompañados de la relajación de las medidas de protección que hemos vivido estos meses atrás?
Es en este tipo de manifestaciones donde encontramos que la pandemia ha podido acelerar un proceso que ya se venía observando, sobre todo en las personas más jóvenes, pero que ahora se estaría extendiendo a todas las generaciones: el peso que ha adquirido en nuestra sociedad del bienestar, con ciertos tintes de hedonismo, la satisfacción personal y vivir el presente al máximo, a través de experiencias que nos resultan positivas y agradables, y en la que se evita el sacrificio y el esfuerzo.
¿Qué traducción tiene esta tendencia en el mundo del trabajo o el empleo?
Antes de la pandemia ya se había constatado hace años cómo la motivación de las personas trabajadoras no sólo se estimulaba mediante el salario, sino a través de otros incentivos que tenían que ver con esta cultura del bienestar o de la satisfacción personal. Muchos acuerdos de empresa ya reflejaban desde hace tiempo este tipo de incentivos como la adaptación del puesto de trabajo, la mejora de las condiciones laborales, el reconocimiento de los logros, los planes de carrera, la implantación de políticas sociales o la participación.

Pero la pandemia está provocando una vuelta de tuerca más, en la que estas medidas se han quedado cortas. Si nuestro empleo no permite que vivamos el presente desde nuestro entorno laboral, desertaremos de él hacia otro o nos evadiremos emocionalmente de nuestro puesto de trabajo. Muchas empresas hoy en día cuentan con personas trabajadoras en cuerpo, pero no en alma. O buscando otro símil de series actuales de éxito, hay empresas cuyos equipos están conformados por trabajadores y trabajadoras zombis.
Ya varios analistas nos han puesto en alerta sobre la renuncia a los puestos de trabajo que se está dando, sobre todo en EEUU, por parte de las personas trabajadoras, en busca de otras experiencias laborales cuyas condiciones les aporten mayor satisfacción personal y muy ligadas a sus valores y motivaciones personales que se han resituado tras la pandemia.
¿tendrá esta tendencia que ver con las dificultades para encontrar candidatos en determinados sectores como el transporte, la hostelería o el sector sanitario y de los cuidados?
Ya en anteriores posts hemos sugerido algunos caminos para mitigar esta tendencia. Numerosos analistas están poniendo el énfasis en la necesaria transformación de los procesos de producción u operaciones, y en los modelos de gestión, puesto que lo que ahora esperan los empleados es participar más en las decisiones del desarrollo de las compañías y optar por empresas cuyos objetivos vayan más allá de obtener beneficios, en las que se valoren las relaciones personales superando las meras transacciones económicas como el salario o determinados beneficios. Cada vez más trabajadores tienen la expectativa de trabajar en compañías que se adapten mejor a su sistema de valores. Y, sobre todo, las personas trabajadoras comienzan considerar más a aquellas empresas que ponen en práctica un compromiso real con los problemas sociales críticos del entorno.

Por otro lado, también estas dinámicas podrían estar manifestándose en las personas en situación de desempleo y los procesos de inserción laboral en los que puedan participar.
Resulta fundamental conocer los cambios de cultura y de valores que podemos estar experimentando, de cara a promover acciones y metodologías acordes con ellos. Porque si no, corremos el riesgo de que las personas en situación de desempleo deserten de dichas acciones.
Se está experimentando una gran dificultad para llegar a los posibles destinatarios de las acciones que acompañan la búsqueda activa de empleo, evidenciándose cada vez más la escasez de personas inscritas o participantes. Está suponiendo un gran esfuerzo llenar las plazas de programas o proyectos para la mejora de los perfiles competenciales de las personas en situación de desempleo.
¿Cómo orientar entonces estas acciones para que impacten en la motivación de las personas desempleadas? ¿Qué claves podemos tener en cuenta a la hora de diseñar procesos de inserción laboral?:
- La baja tolerancia al sacrificio y el esfuerzo.
- La constelación de valores que mueve a la persona.
- Metodologías que conecten con la satisfacción personal, la diversión y la realización personal.
- Partir del autoconocimiento y la autoconciencia para provocar la transformación.
Porque no se trata de quedarnos en lo lúdico y satisfactorio, sino encontrar el lado lúdico y divertido en un proceso de crecimiento que también requiere sacrificio y esfuerzo.
Un comentario en “La pandemia nos ha cambiado las motivaciones o de cómo evitar la invasión de los “trabajadores zombis”.”