Autoconocimiento, autoestima e iniciativa
En el ámbito de la exclusión o vulnerabilidad social, habitualmente nos encontramos con situaciones en las que se evidencia, por parte de las personas afectadas, una falta de motivación para iniciar cualquier proceso de cambio. No vamos a entrar en analizar las causas por las que una persona carece de la motivación suficiente para iniciar un proceso de cambio, ya sea en el ámbito relacional, familiar, de acceso al empleo o formativo. Las causas pueden ser múltiples y complejas, lo que hace que cualquier intervención, en este ámbito, resulte costosa en inversión de tiempo y recursos. La voluntad de la persona puede estar condicionada por sus experiencias, educación, falta de formación, etc.
Por ello, es frecuente plantearnos cómo estimular la motivación de las personas que sufren exclusión o vulnerabilidad para que inicien un camino de cambio que les permita mejorar y salir de esa situación. La motivación resulta clave para cualquier proceso de activación. Sin automotivación estamos perdidos, ya que cualquier paso que dé podrá ser estimulado por causas externas, pero, una vez desaparecen las causas externas motivantes, lo más seguro es que volvamos a la casilla de inicio.

Aunque puede haber múltiples caminos para estimular la motivación interna, aquí proponemos centrarnos en algunas competencias base para iniciar el camino de transformación.
Por ello, podríamos preguntarnos cuáles son las competencias que podrían estimular una motivación interna y duradera en los procesos de inclusión social. Normalmente serán las competencias base o metacompetencias las que puedan convertirse en palanca de cambio para impulsar la motivación.
En este caso, hemos elegido tres, aunque seguro que podrían ser otras. Nos centraremos preferentemente en el autoconocimiento, la autoestima y la iniciativa para diseñar un proceso de intervención en clave de entrenamiento y basado en la herramienta de la entrevista personal, jalonado de sencillas prácticas individuales o en actividad grupal, y evaluables en resultados a través de las sucesivas entrevistas.
Lo primero que debemos tener claro es que sin valores no hay competencias. Las competencias son la expresión práctica de unos valores que nos conforman. Y la misma competencia podrá ser desarrollada en distintas perspectivas en función del valor que la sostenga.

Imaginemos por ejemplo una competencia como la gestión del conflicto desarrollada por una persona centrada en sus propios intereses o por una persona solidaria. Seguro que ya estamos poniendo cara y situaciones al desarrollo de esta competencia, pero impulsada por valores distintos. Ya no digamos si hablásemos de contravalores. Pero de la misma manera, no será igualmente desarrollada esta competencia en el seno de una empresa donde el centro es el beneficio económico, que en otra donde el centro son las personas. Una competencia desarrollada en la práctica e impulsada por un valor u otro, dará lugar a un estilo de gestión del conflicto distinto en cada caso.

Por ello, uno de los primeros pasos que habrá que acompañar en el proceso de autoconocimiento de la persona será descubrir y hacerse consciente de los valores, e incluso los contravalores, que guían su toma de decisiones o acciones. Y desentrañar cómo esos valores están relacionados con su manera de ser y con la forma de afrontar los avatares que la vida le pone delante, sean negativos o positivos.
Así, los siguientes pasos deberán discurrir por la identificación de las competencias transversales, derivadas de ese sistema de valores personales que le definen como persona y cuáles de ellas están asentadas y asimiladas, y otras en las que deba mejorar o profundizar.
Este camino de autoconocimiento permitirá a la persona fortalecer poco a poco su motivación, reconstruirla, e identificar cuáles son sus intereses y metas de manera consciente, ayudándole a dotar de sentido aquellas acciones que decida acometer.
Paralelamente la segunda competencia básica que tendremos que ir trabajando es la autoestima. El autoconocimiento progresivamente nos ayuda también a reconocer lo positivo, nuestros límites y lo que puedo cambiar para mejorar, lo cual implica identificar nuestra valía, al igual que nos ayuda a resituar sentimientos de culpa, complejos o aspectos que no nos gustan de nosotros mismos.
El propio proceso se convierte en un mecanismo que favorecerá crecer en autoestima de manera equilibrada, de forma realista, ayudando a reconocer nuestros puntos fuertes y los que necesitamos reforzar o modificar.
A su vez, el ejercicio de resituar la autoestima nos va a permitir crecer en criterio y en capacidad de discernimiento, ejercicio que a su vez retroalimentará de nuevo la autoestima, pero sin distorsiones grandilocuentes o empequeñecedoras.

Posiblemente ya estemos vislumbrando cómo el avance en estas dos competencias básicas también ayudará paulatinamente a mejorar o impulsar la iniciativa de la persona. La consciencia que aporta el autoconocimiento y la identidad que aporta la autoestima equilibrada, puede conducir al desbloqueo de una iniciativa que antes se veía condicionada por los miedos, rechazos, vivencias negativas o, por el contrario, por una autoimagen desvirtuada por un positivismo irreal.
Tanto el autoconocimiento como la autoestima va a posibilitar la toma de decisiones y una acción consciente y controlada. Por ello, tendremos también que acompañar de manera paulatina la toma de decisiones y las acciones que se deriven de ellas, adecuándolas al momento de evolución de la persona, marcando objetivos realistas y medibles en cada momento.
Todo ello, volverá a retroalimentar el autoconocimiento y la autoestima, a partir del feedback que vayamos devolviendo a la persona y en función de los logros, fracasos e impacto derivado de las acciones impulsadas por la iniciativa recuperada.

Como conclusión podríamos decir que, resulta necesario cultivar de manera previa estos tres recursos personales, fundamentales para un desarrollo adecuado del resto de competencias, intentar el despliegue de otras competencias más complejas, como trabajo en equipo, resolución de conflictos, creatividad, etc., puede convertirse en un objetivo inalcanzable.
Enfocándonos en el desarrollo del autoconocimiento, la autoestima y la iniciativa cultivaremos el sustrato necesario para la adquisición o fortalecimiento del resto de competencias, teniéndolas en cuenta, por otro lado, a lo largo de todo el proceso de manera transversal. Una metodología basada en el entrenamiento y la retroalimentación puede convertirse en un factor motivacional fundamental en la inserción socio-laboral, si a través de él ponemos en juego el diálogo, la búsqueda de soluciones y resultados palpables.