Los procesos de digitalización abordados con anterioridad y los procesos en el cambio de modelo productivo, están generando cabios en nuestra vida cotidiana que, a su vez, afectan y construyen nuevos parámetros de comportamiento en el consumo, por ejemplo.
Podría parecer de Perogrullo afirmar que la actual crisis sanitaria ha provocado un descenso del consumo, ya que en 2020 la economía española cayó un 11 %, siendo el mayor desplome registrado en los últimos 85 años. Sin embargo, si miramos al detalle podremos observar como este dato general afecta a unos sectores, pero en cambio otros han experimentado un crecimiento desmesurado, como son las grandes empresas tecnológicas o cualquier servicio tecnológico digital.
Además, desde la última crisis del 2008, veníamos experimentando un cambio de modelo en el que influyen fundamentalmente dos cuestiones, la crisis de deuda y la crisis ambiental del planeta ante un consumo desmesurado. Ambos elementos ponen en evidencia la crisis de un modelo basado en el consumo de masas y en el crecimiento ilimitado. Ya no es posible crecer por encima de nuestras posibilidades, puesto que los recursos son limitados y se pondría en peligro la propia supervivencia del planeta.
Ese modelo de consumo se había desarrollado gracias a las posibilidades de crédito, pero la deuda que había generado, tanto pública como privada, también ponía en riesgo la sostenibilidad del sistema. Por ello, la crisis de 2008 no fue una crisis cíclica más, sino una crisis de modelo, estructural.
Así, hemos podido experimentar cómo la salida de la anterior crisis fue paulatina, lenta e incluso con altibajos, puesto que ya no era posible levantarla a base de estimular el gran consumo, estrategia del modelo anterior que había entrado en crisis. La respuesta inmediata fueron los planes de austeridad. Hemos visto cómo el consumo se ha sostenido e incluso su crecimiento parece controlado. El crédito, a pesar de gozar de unos intereses muy bajos, no ha fluido, debido también al volumen insostenible de la deuda.
Es verdad que en la crisis actual se están aprobando paquetes económicos de estímulo (Fondos Europeos Nex Generation), pero habría que tener en cuenta que su objetivo es profundizar en el nuevo modelo a base de la transformación del entramado empresarial y productivo, ya que los pilares que rigen estos estímulos son la digitalización, la sostenibilidad (entendida como economía verde y azul) y la resiliencia. Y aunque se busca también incidir en el empleo y en la inserción laboral, habrá que esperar a ver los resultados en esta materia, porque finalmente lo que se pretende, en este sentido, es que la fuerza del trabajo se adecúe a los nuevos parámetros establecidos.
El nuevo viraje de modelo nos conduce hacia una economía basada en la demanda por necesidad, en el aprovechamiento máximo de los recursos y, por tanto, en la eficiencia. Por ello, también surgen propuestas en auge como la economía circular.
La crisis actual, provocada por la COVID, está acentuando esta tendencia. Según el economista Santiago Niño-Becerra, el nuevo modelo productivo ya no se basará en la producción y el consumo de masas (producir mucho en el menor tiempo posible), sino en la eficiencia “producir aquello que haga falta y en el momento que haga falta”. Será la demanda la que marcará el ritmo de producción, pero esta demanda no se estimulará a base de crédito generalizado como hasta ahora.
Este planteamiento está teniendo una importante repercusión en la organización del trabajo y del sistema productivo, con implicaciones en el empleo muy importantes. Una de ellas, acentuada por los procesos de digitalización, el aumento del desempleo, al menos en la fase de transición, ya veremos si finalmente implantado el nuevo modelo, el mercado laboral podrá absorber a la mayoría de la población activa. Y la otra, la necesidad de flexibilidad absoluta en el marco de las relaciones laborales. Este aspecto, lamentablemente, lo estamos viendo plasmado en la creciente tasa de temporalidad o parcialidad, resolviéndose la flexibilidad a base de precariedad laboral y, por lo tanto, a costa de las personas trabajadoras.
Este nuevo modelo productivo del que surge el concepto de precariado formulado por Guy Standing, tiene su reflejo en una de las películas finalistas a la próxima edición de los Oscar de la Academia de Hollybood, Nomadland de la directora Chloé Zhao, en la que grandes empresas tecnológicas atraen a trabajadores y trabajadoras itinerantes por todo el país, en función de las temporadas de incremento del trabajo.
Se convierte, por lo tanto, en urgente ofrecer una solución a este dilema de flexibilidad y precariedad.
Por otro lado, la extensión del precariado conlleva efectos que retroalimentan el descenso del consumo, ya que la disminución del poder adquisitivo de grandes sectores de la sociedad les impide consumir incluso lo necesario. Y, por otro lado, afecta también muy negativamente a la recaudación de impuestos que hasta ahora se venía basando en el factor trabajo.
Como hemos comentado ya, este cambio de modelo productivo supone una contención, cuando no una disminución del empleo. Sin embargo, vamos a encontrar sectores en crecimiento, cuyos productos o servicios están en consonancia con los objetivos de este nuevo escenario.
El impulso que están experimentando la economía digital y la economía circular conlleva el crecimiento del empleo en sectores como el tecnológico, el reparto a domicilio, empresas de programación informática o instalación de sistemas digitales. Pero junto a ello, están experimentando un auge muy importante sectores del reciclaje y la reutilización en todos los ámbitos de consumo, desde la ropa a los electrodomésticos o el calzado. Todo ello impulsado por la necesidad de reaprovechar al máximo los recursos disponibles.
Estamos viendo y veremos con mayor énfasis en los próximos años la aparición de tiendas de segunda mano, talleres de reparación de todo tipo de productos, empresas de reciclado o preparación para la reutilización, promoviendo el empleo en ámbitos como la recogida (conductores), técnicos de reparación, operarios de almacén, logística, técnicos ambientales, etc.
De hecho, la pandemia no ha hecho más que acelerar una corriente en paulatino crecimiento, la segunda mano. Todo ello impulsado por una mayor concienciación medioambiental, las necesidades económicas provocadas por la crisis y las nuevas generaciones de consumidores. Las estimaciones de crecimiento del sector hasta 2026, a nivel mundial, van entre un 15 % y un 20 %.
Y junto a ello, otro tipo de negocio que aumentará en los próximos años, según este nuevo modelo productivo, serán los que se basen en la prestación de servicios, frente a los que se basaban en la tenencia o la propiedad del producto. Existe hoy en día una tendencia por la que fórmulas como el leasing, el renting, el alquiler, o servicios de mantenimiento se están introduciendo en cualquier tipo de sector y para cualquier tipo de productos: electrodomésticos, instalaciones eléctricas con sus respectivas luminarias, terminales telefónicos, etc.
Como decíamos al principio todas estas transformaciones están configurando el propio concepto de trabajo, consumo u ocio, generando oportunidades, pero a su vez destruyendo empleo o perdiéndose profesiones tradicionales. Por ello, se hace urgente planificar una respuesta adecuada que se anticipe para amortiguar las graves consecuencias sociales que de ello se pueden derivar, durante la ardua travesía hacia la consolidación del nuevo modelo.