Sociedad digital y empleo

Los procesos que la IV revolución industrial viene impulsando desde hace algunas décadas de digitalización, automatización o inteligencia artificial, se están viendo acelerados por la crisis actual derivada de la pandemia sanitaria, no sólo porque nos hayamos visto obligados a implantarlos ante las restricciones de movimiento y contactos, sino porque además la Unión Europea ha arbitrado un paquete de estímulo económico nunca visto, a través de los fondos Nex Generation, con el fin de reflotar la economía europea.

La aplicación de estos fondos supondrá la configuración de una Europa más sostenible, más resiliente, pero sobre todo y fundamentalmente más digital, ya que uno de los objetivos principales que persigue la Unión Europea con dichos fondos es la modernización de la economía, impulsando la digitalización y la innovación.

No entraremos aquí en profundizar cómo estos procesos de digitalización van a afectar al entorno laboral y al empleo, pero sí que destacaremos algunas ideas fuerza.

Un hecho papable es que esta transición hacia un modelo de producción altamente digitalizado, supondrá la destrucción de empleos tradicionales y sustituibles por máquinas o procesos digitales, al menos durante la etapa de tránsito hasta que se implante definitivamente ese nuevo modelo productivo, el cual está favoreciendo la creación de nuevas profesiones. Aun así, deberemos tener en cuenta que la tecnología se irá superando a sí misma y veremos actividades que podrán generarse sin el factor trabajo, es decir que ninguna persona intervendrá en el proceso. Así, ya existen máquinas que programan a otras máquinas.

Otra constatación que podemos observar en este proceso es cómo hay ofertas de empleo en este momento que no se cubren. Según un informe de ADECO el 9 % de las vacantes de empleo se queda sin cubrir y el 80 % de los directores de RRHH tiene problemas para cubrir vacantes, cuando hace 5 años sólo manifestaban esta dificultad el 50 %.

Los demandantes de empleo no encuentran disponibles los perfiles de trabajadores que necesitan en sus empresas o actividades económicas. Se trata de un desempleo que se da no por falta de demanda, sino por cambios en los patrones de demanda y que requiere de una reconversión de los trabajadores. Una manifestación de este problema son los altos índices de parados de larga duración. Las personas paradas de larga duración, entre 1 y 3 años de desempleo suponen más del 41 % de los desempleados en Aragón (IAEST enero).

Esta realidad es la que caracteriza el paro estructural, por lo que en esta etapa de transición nos encontramos con altos índices de este tipo de desempleo y que ya se dio en la anterior crisis del 2008. Lo que supone que contamos con importantes sectores de población que será muy difícil que accedan al mercado laboral.

Así, hoy en día nos encontramos con un importante número de personas expulsadas del mercado laboral. Los mayores de 55 años suponen ya más de un 24 % de los desempleados en Aragón (IAEST de enero), presentando una tasa de desempleo por encima del 9% (EPA). La brecha de género se ha profundizado cuando del total de los más de 85.000 desempleados en Aragón, casi 50.000 son mujeres (IAEST de enero), siendo su tasa de desempleo 5 puntos por encima del de los hombres, un 15,3 % (EPA). Y, por último, el paro juvenil cuya tasa de desempleo es de las más altas de los países de nuestro entorno. En Aragón, alcanzó más del 34 % en el IV trimestre del 2020 (EPA), aunque sólo representen el 11,36 % de los desempleados aragoneses.

Por otro lado, debemos tener en cuenta que la destrucción del empleo debido a los procesos de digitalización, al contrario de lo que se pueda pensar, no van a afectar de forma significativa a los sectores de baja cualificación, salvo a aquellos más físicos y sustituibles por máquinas, sino a aquellos sectores de cualificación media, técnicos o cuadros intermedios, e incluso altamente cualificados y de formación superior como médicos, ya que la inteligencia artificial permitirá a las máquinas realizar diagnósticos , por ejemplo.

En cambio, cobran realce todas aquellas profesiones que tienen que ver con el trabajo con personas y con el trabajo manual: camareros, cuidado de niños o mayores, ocio, peluquería y estética, masajes, las entregas a domicilio de encargos a través de plataformas digitales, etc. La crisis sanitaria provocada por la COVID ha puesto de realce a algunos de ellos, catalogados como esenciales, personal de atención a mayores, limpieza, dependientes de alimentación, riders, asistencia informática en domicilios, etc.

Y junto a ellas, se refuerzan y crecen otro tipo de trabajos, aunque en menor medida, muy especializados que también tienen un importante factor humano, dirección de empresas, la dirección de equipos, la formación o determinadas áreas de la salud, como la enfermería.

Puesto que la pandemia ha provocado la destrucción de empleo en el sector servicios y fundamentalmente en la hostelería y en comercio, durante la recuperación serán dos sectores que se verán fuertemente fortalecidos. 7 de cada 10 empleos perdidos durante la pandemia en España pertenecía a estos dos sectores. En el sector servicios aragonés, el empleo durante 2020 descendió un 3,7 %, en comparación con el año pasado (datos INE 2020). Junto a ello la contratación en el comercio cae un 14,1 %, en Aragón, respecto a enero del 2020

Por otro lado, el nuevo modelo de digitalización precisamente lo que provoca es el crecimiento del empleo en el sector servicios y puestos de menor cualificación, al menos en épocas de expansión. Pero este tipo de trabajos son los que sufren una mayor precariedad laboral, son mal pagados, con altas tasas de temporalidad y parcialidad. Y es ese empleo precario que afecta normalmente a los sectores menos cualificados, el que se volatiliza en momentos de crisis como la actual.

La transición hacia el nuevo modelo económico y social, basado en un mercado laboral dual, nos está abocando a una sociedad desigual, configurada por un alto desempleo estructural y un subempleo (precariedad) elevadísimo.

Dos consecuencias fundamentales se derivan de este proceso y transición hacia un nuevo modelo. La primera que el trabajo pierde peso como factor fundamental de la actividad económica, ya que es posible generar crecimiento (PIB) sin utilizar el factor trabajo. Las personas, por tanto, ya no son esenciales para producir, por lo que el empleo se volatiliza.

Y de ella se deriva la segunda consecuencia, que el empleo deja de ser un factor de integración social y de redistribución de la riqueza, por lo que se deberán buscar otras formas de realización personal o participación en la sociedad, junto a nuevas fórmulas de redistribución.